Algunas veces nos hemos peguntado como hay personas que se las arreglan para estar siempre contentas. Esta pregunta no es cierta pues todas las personas tenemos horas de tristeza, de cansancio, de inquietud, de malestar. La dificultad esta, en cómo hacer para que la alegría tenga más fuerza que las negativas, Una manera de conseguirlo es que, frente a los problemas que a veces uno tiene es salirse de uno mismo y, sobre todo, interesarse por los demás, comprender que todos tienen derecho a verte alegre y entonces entregarles ese fondo sereno que hay en tu alma, por debajo de las propias amarguras y dolores. Al hacerlo, es cuando uno quiere dar felicidad a los demás y la da, aunque él no la tenga, y que, al darla, también a él le crece, de rebote, en su interior.
Hay que ser consiente que ser feliz no es carecer de problemas, sino conseguir que estos problemas, no anulen la alegría y serenidad que debe estar apoyada en la reconciliación consigo mismo. En pensar que su vida tiene sentido ya que ha nacido para amar. Cuando alguien tiene bien construida esa base, todos los dolores y amarguras se quedan en la superficie, sin conseguir minar ni resquebrajar la alegría interior.
No puede estar alegre quien se pasa la vida dando vueltas y vueltas a las propias heridas y auto complaciéndose. Lo está, en cambio, quien vive con los ojos bien abiertos a las maravillas del mundo que le rodea, y, sobre todo, interesarse sinceramente por los demás. Descubrir que los que nos rodean tienen derecho a vernos sonrientes cuando se acercan a nosotros mendigando comprensión y amor.
Porque no hay nada más auto curativo que la sonrisa. La felicidad es lo único que se puede dar sin tenerlo. La frase parece disparatada, pero es cierta: cuando uno lucha por dar a los demás la felicidad, ésta empieza a crecer dentro de nosotros, vuelve a nosotros de rebote, es una de esas extrañas realidades a las que sólo podemos acercarnos cuando las damos. Y éste puede ser uno de los significados de la frase de Jesús: Quien pierde su vida, la gana, que traducido así: Quien renuncia a chupetear su propia felicidad y se dedica a fabricar la de los demás, terminará encontrando la propia. Por eso sonriendo cuando no se tienen ganas, termina uno siempre con muchísimas ganas de sonreír.
