Ha aumentado el número de voces que advierte sobre el peligro de que la industria farmacéutica haya acumulado demasiado poder e influencia a la hora de determinar qué es lo que puede considerarse enfermedad mental y cómo tratarla.
El número de personas que consume antidepresivos se ha triplicado en tan sólo 10 años.
La nueva generación de antipsicóticos se ha convertido en líder de venta mundial, por encima de cualquier otro fármaco para tratar dolencias o enfermedades físicas. Inmersa en esta imparable carrera de la psicofarmacología, la sociedad ha aceptado confiadamente depositar su salud mental en manos de la industria farmacéutica.
Recientes investigaciones evidencian que los psicofármacos no funcionan tan bien como se ha hecho creer, e incluso, es más, pueden resultar muy perjudiciales.
Un psiquiatra estadounidense: Daniel Carlat. habla sin tapujos sobre la poderosa alianza entre la psiquiatría y las compañías farmacéuticas,
aportando esclarecedores datos al respecto (más información en: www.infocop.es/view_article.asp?id=3844).
Erick H. Turner advierte que la aparente efectividad clínica de los fármacos antipsicóticos de segunda generación puede estar influida por el denominado sesgo de publicación, que consiste en la tendencia a la publicación selectiva de ensayos clínicos favorables en revistas científicas, en detrimento de los ensayos que no han obtenido dichos resultados.
Otros investigadores advierten que tanto los antidepresivos como la mayoría de los fármacos psicoactivos no son sólo ineficaces, sino perjudiciales.
Más información en http://www.cop.es/infocop/pdf/2066.pdf
Al leer esto, viene a mi mente un cuadernillo sobre LOS CRÍMENES DE LAS GRANDES COMPAÑÍAS FARMACÉUTICAS (Teresa Forcades i Vila).
Aquí se comenta, se informa de algunas barbaridades que han hecho (¿hacen?) las farmaceuticas en el mundo. En los países ricos y pobres. En estos últimos con suma facilidad.