En estos momentos tan difíciles que estamos viviendo, es imposible no acordarse de las
personas más vulnerables que están en residencias, hospitales, o en casa solos. Personas que tienen escasos recursos para afrontar el día a día, familias con hijos que tienen que pedir ayuda diariamente para poder llevar un plato de comida a la mesa. Digo vulnerables, por la situación que les está tocando vivir, porque siento, en estos días de confinamiento que estamos viviendo, que el ser humano es la creación divina más perfecta que pueda existir.
Lo veo y lo siento en cada imagen que aparece en televisión, las personas ayudándose unas otras sin esperar nada a cambio, las lágrimas de aquellos que reciben un aplauso por el esfuerzo que están realizando, esos niños y niñas aceptando el día a día que les ha tocado vivir con una sonrisa en la cara.
Hoy más que nunca siento la Unidad, no hay separación ni diferencias en el plano de los
deseos, todos remamos hacia una misma dirección. No hay colores, sexo, raza o edad, lo importante es la salud. Esa misma que han perdido o están perdiendo muchas personas en los hospitales de todo el mundo.
Desde el más profundo respeto, intento empatizar con esas personas que están en casa
pesando cómo estarán sus seres queridos, o lo que es aún peor, los que no se han podido
despedir de ellos. Sé que las únicas personas que saben lo que se siente en una situación así son las que están pasando por ese proceso, pero también tengo fe en la capacidad del ser humano de buscar la manera y la forma de “estar cerca” de ese ser querido, de sentirse junto a él sin estar a su lado, de poner en marcha los sentidos para encontrar la conexión y aliviar parte del sufrimiento. Creo en la capacidad que tenemos las personas de crecernos en la adversidad, de las fortalezas personales que emergen en situaciones difíciles y de ese poder interno que emana de cada uno de nosotros cuando creemos que todo está perdido.
A todas esas personas que no están cerca de sus seres queridos, que han perdido a un familiar por el COVID-19 y no han podido despedirse de ellos, les mando mi Amor incondicional que es nuestra verdadera esencia, nuestra naturaleza ¡Nos dais lecciones de vida!
Cierra por unos instantes tus ojos, respira profundamente y en ese espacio de silencio conecta con ese ser querido, transmítele todo tu amor, tu Amor infinito, dile que siempre lo vas a sentir cerca, y llénate de Gracia por todos esos momentos que habéis vivido.
Termino con una frase que quiero compartir con vosotros y vosotras porque lo siento así:
“No somos seres humanos viviendo una experiencia espiritual. Somos seres espirituales
viviendo una experiencia humana” (Pierre Teilhard de Chardin)
Fdo.: Noelia Espinosa Galán
Psicóloga General Sanitaria