(Articulo publicado en el Diario Sur)
El Centro de Orientación Familiar, una referencia en la atención a conflictos en el seno del hogar, afronta una nueva etapa con el relevo en su dirección
Divorcios tormentosos donde los hijos se convierten en la peor de las armas arrojadizas, chavales que con apenas 10 años se han hecho con el control del hogar a golpe de tiranía, nuevas familias desechas y vueltas a hacer con otras parejas y hermanastros y cuyo encaje está lejos de ser idílico… Si Santiago Martínez, que lleva casi tres décadas al pie de esta trinchera en la que se ha convertido el Centro de Orientación Familiar (COF) de Málaga, tuviera que resumir cómo ha cambiado -hasta casi romperse- el espejo en el que se miran muchas de las familias de hoy, lo haría en un diagnóstico tan demoledor como certero: «El cambio en el modelo de familia y en sus relaciones ha sido abrumador en los últimos años; la experiencia pasada con la que antes se reconducían los conflictos ya no sirve de nada».
Aun así, Santiago y los suyos -unas 70 personas entre voluntarios y profesionales de todas las áreas implicadas en la resolución de conflictos- no han tirado la toalla, y resuelven los cientos de expedientes que cada año llegan hasta su oficina de la Alameda Principal aplicando una estrategia que equilibra la formación legal, social, laboral o psicológica con la «capacidad de adaptación y un espíritu que nos lleva a estar permanentemente al día». En 2016, por ejemplo, por sus mesas pasaron 624 expedientes; o lo que es lo mismo: unas 2.000 visitas de personas que en un determinado punto del camino no saben para dónde van a tirar. Por eso necesitan ayuda.
En esta estructura de servicio que funciona como un reloj desde el año 1991, Martínez considera sin embargo que para él ha llegado el momento de la retirada, aun asumiendo que de una labor de este tipo «uno nunca se va del todo». Y en esas ganas de ayudar y de reconducir conflictos ha encontrado en Mari Cruz Fernández-Llebrez el relevo perfecto para la dirección del COF, que formalizó hace unos meses este cambio en la primera línea aunque el resto del equipo «sigue siendo el mismo». Mari Cruz conoce bien el trabajo en el que Santiago se ha dejado casi media vida; en primer lugar porque ella, trabajadora social y mediadora, lleva cuatro años sumando desde el COF, pero también porque ése que acaba de darle el testigo es su suegro.
«Cuando Santiago me lo propuso primero dije que no -admite la nueva directora haciéndole un guiño-, pero luego me decidí a dar el paso porque desde aquí se hace una labor maravillosa». «El COF tiene ya un peso muy importante en Málaga y es una referencia en la atención a las familias con problemas», añade Fernández-Llebrez, satisfecha y cauta a partes iguales porque el legado que recibe de su antecesor es -dice- «abrumador».
«Hay que adaptarse»
Entre sus retos más inmediatos, mantener la «esencia» del proyecto aunque «sin olvidar que estamos en el siglo XXI y que las familias han cambiado, por eso hay que adaptarse», confirma la nueva directora. En esta estrategia de futuro gana peso el trabajo de forma cooperativa y en varios frentes para abordar los conflictos desde diferentes puntos de vista. Así se da respuesta, por ejemplo, al problema que -sin duda- se ha convertido hoy en día en el principal asunto que abordan los profesionales del COF: la violencia de los hijos a los padres. «El crecimiento ha sido espectacular», confirman ambos con las cifras en la mano: el 70% de los casos que necesitan de la mediación son por esta causa.
Santiago añade además una reflexión que refleja que este tipo de conflictos «no suelen venir solos»: «Cuando los padres tienen problemas los hijos generan, en respuesta, dificultades. Y lo que en principio se achaca a malas conductas esconde en realidad otro conflicto que hay que tratar», explica subrayando la importancia de ese trabajo en varios planos porque no es extraordinario que se solapen por ejemplo, un divorcio problemático y una reacción violenta por parte del menor. A su juicio, el tramo de los 12 a los 13 años es «especialmente difícil», sobre todo si en la relación entre hijos y padres falla uno de los dos pilares que desde el COF se defienden como «vitales»: «Son el afecto y la autoridad, pero esto último se ha perdido por completo y el afecto, al contrario de lo que se piensa, no puede comprarse con dinero», zanja Martínez.