No es mi problema

(Sobre el problema del acoso escolar)

Aquí os ofrezco un cuento que edita el Hospital Sant Joan de Déu sobre el acoso escolar. (Lo podéis descargar desde aquí).

Texto: Mireia Vidal
Ilustraciones: Estudio Nimau. Ilustración infantil y juvenil.\"\"

A Alba enseguida le cayó bien Sara. No hablaba mucho, apenas levantaba la vista del suelo, pero parecía simpática y después de todo, era normal que se sintiera un poco avergonzada el primer día de escuela. Sara era nueva, acababa de llegar a la ciudad y se incorporaba a medio curso.

— iiiUhhhh!!! – Se sintió en la parte de atrás cuando Sara entró por primera vez en el aula. Y de repente, todo el mundo entendió que Xesca, una chica alta y fuerte que había repetido un par de veces, no le pondría nada fácil a \»la nueva\».

De hecho, este es el apodo que le pusieron, con múltiples variaciones como \»mono\», \»la ñoña\», \»la blanda\» y ya a principios del tercer trimestre pasó a llamarse directamente \»la tonta\».

Pero a Alba nunca le había parecido tonta esa niña de pelo rubio y las mejillas siempre encendidas. Más bien le parecía tímida y un poco asustada, pero también se esforzaba en caer bien a los compañeros de clase. La primera vez que lo intentó, fue el día de su cumpleaños. Aunque no hacía ni una semana que había llegado, se presentó con un bonito pastel que compartió con todos.

— Gracias-Le dijo Alba sonriendo. Pero inmediatamente Xesca escupió su trozo en el suelo diciendo que sabía a mezcla de vómito y estiércol.

Después de aquello, nadie osó volver a tragarse un trozo, y la gente fue desfilando sin ni siquiera felicitar a Sara que contemplaba la escena con una lágrima en los ojos. Al día siguiente, \»la nueva\» no se presentó a clase y Xesca saboreó su triunfo aprovechando para colorear algunas imágenes desagradables en su mesa.

Un par de chicos la siguieron, e incluso Alba se ofreció a dejar su rotulador cuando la tinta del bolígrafo de Xesca se acabó. Que mal se sentiría cuando lo viera.

— ¿Se puede saber dónde has dejado el rotulador rojo que me cogiste el otro día? -gruñó su padre plantado en la puerta del baño, mientras Alba se secaba el cabello. Pero Alba no supo qué contestar. Sabía que su padre, que era dibujante, apreciaba mucho su material de trabajo, pero era incapaz de pedir a Xesca que se lo devolviera.

— Pues te lo descuento de la paga. -protestó su padre.

Pero a Alba le daba igual. En el fondo perder algo de dinero era mejor que enfrentarse a Xesca, y por nada del mundo hubiera querido que le cogiera manía y la tratara como Sara.

Aquella tarde era sábado y toda la familia fue al cine. De hecho toda la familia tampoco eran muchos, pero el hermano de Alba se movía tanto que su madre decía que contaba por cinco. Tenía cinco años. No había mucha gente en la cola, pero de repente Alba vio a Sara comprando entradas con su padre. De pronto la chica se tensó y dijo que ya no le apetecía ir a ver la película.

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— ¿Pero, a qué viene eso? -preguntó la madre de Alba sorprendida. Pero sin que su hija respondiera, su madre usó aquel sexto, séptimo u octavo sentido que sólo tienen las madres y enseguida comprendió que algo pasaba.

— ¿Aquella, no es la niña nueva? -preguntó.

— Sí- Respondió Alba de forma seca.

— Antes decías que era simpática.

— Pues ya no lo es.-Se apresuró a decir Alba.

— ¿Ah, No? ¿Y por qué no?

Y de repente Alba se dio cuenta de que no tenía ni idea de cómo era aquella chica. Nunca le había hablado, escuchado, y no sabía ni qué le gustaba ni qué sentía. Bueno, de hecho sí podía imaginarse lo que sentía.

Debía sentirse muy sola, porque nadie se acercaba nunca a ella.

De pronto unos gritos la distrajeron y Alba constató que eran de su hermano que exigía su dosis de pantalla y palomitas. Si quería detenerlo no le quedaba más remedio que entrar en el cine, pero lo hizo sin ni siquiera dirigir la mirada a Sara que sí le sonrió cuando la vio.

Por la noche, Alba se sentía incómoda. Hasta entonces no se había imaginado como debía sentirse esa chica, pero ahora no se lo podía quitar de la cabeza.

— ¿Y qué quieres que haga? -se quejó a su madre, cuando ésta le dijo que tal vez podía tratar de ayudarla. -Es Xesca quien lo fastidia todo, yo no le he hecho nada. No es mi problema.

Pero entonces su madre le contó una historia que le solía explicar de pequeña.

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— ¿Recuerdas el cuento del ratón?

— ¿Aquél que vio como el granjero llegaba a casa con una ratonera?

— Exacto. El animal, asustado, pidió ayuda a los demás animales de la granja. Suplicó a la gallina, al cerdo y a la vaca, pero nadie se preocupó por la ratonera. ¿Qué peligro representaba para ellos? Ninguno. No era su problema. Pero aquella noche, una serpiente venenosa quedó atrapada en la ratonera, y cuando la mujer del granjero intentó liberarla, el animal mordió su pierna. La pobre mujer se puso enferma y el granjero tuvo que matar a la gallina para hacer un caldo y cuidarla. Desgraciadamente la mujer empeoró y la familia vino a visitarla. El granjero mató entonces el cerdo para alimentar primos y hermanos, pero la pobre mujer no se curó y su marido tuvo que vender la vaca para poder pagar el funeral.

— Todos salieron perdiendo dijo en voz baja Alba.

— Exacto -dijo su madre- No ignores nunca los problemas de los demás, pensando que no son tu problema. Vete a saber si algún día ese mismo problema te afectará también a ti.

Esa noche Alba durmió con un sueño inquieto. No sabía qué tenía que hacer, pero sí sabía que las cosas no podían continuar de esa manera. Era imposible que Sara pudiera solucionarlo sola, así que al día siguiente, cuando la profesora de gimnasia pidió que se pusieran por parejas, Alba hizo de tripas corazón y se acercó a Sara.

— ¿Puedo ir contigo? -le preguntó.

Sara aceptó encantada. Pero Xesca puso muy mala cara al presenciar la escena.

-Si vas con \»la tonta\», se te contagiará la tontería- Soltó la repetidora.

Pero Alba no dijo nada. Sencillamente la miró y le recordó que aún le debía un rotulador. Toda la clase se quedó asombrada con esa respuesta. También Xesca, que no supo qué decir. Por un instante se hizo un silencio y sorprendentemente alguien lo aprovechó para recordarle a la chica que también le debía una goma. Otro se animó y le pidió unos apuntes antiguos, alguien insistió en que le debía un libro, un dijo que un jersey, otro un compás, alguien hizo memoria de unos clips, e incluso alguien se quejaba de que le había tomado unos chicles. Poco a poco todo el mundo se fue atreviendo a hacer frente a esa chica que hasta entonces parecía inaccesible. Pero Xesca no les mordió, empujó o aturdó como imaginaban. Sencillamente se sintió sola, tan sola como había hecho sentir a Sara durante tanto tiempo.

— Mañana os lo devuelvo todo. -les dijo.

Y obedeciendo al toque de silbato de la profesora de gimnasia todo el mundo empezó a correr. Sara contenta de tener por fin una amiga, y Alba convencida de que había terminado con aquella ratonera, que vete a saber si alguna vez, la habría podido atrapar también a ella.

 

 

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